Buscar este blog

sábado, 26 de abril de 2014

EL 13 DE ABRIL DE 2002, ME GRADUÉ DE PUEBLO



            A lo largo de mi formación académica profesional, tuve la oportunidad de entrar en contacto “intelectual” con una serie de teorías, paradigmas, corrientes, pensamientos y metodologías que te proponían tomar postura.  Esa postura en la Universidad de Oriente (UDO) núcleo de Sucre, era naturalmente de izquierda.
            Digo, “naturalmente” de izquierda, porque en su mayoría los docentes de la Escuela de Ciencias Sociales aplicaban el método del materialismo histórico directamente relacionado con el marxismo, pero… en los círculos de amigo y colegas, en los congresos y tertulias de pasillo suelen aparecer las contradicciones, los análisis, las comparaciones, en fin la realidad que se manifiesta de una manera singular y que no encaja en el método, y buscamos la forma de hacerla entrar en el análisis marxista.  Allí en el recinto universitario, todo luce previsible, con manifestaciones personales que van desde la indiferencia política hasta la más apasionada militancia.
            Es necesario, en este momento, ubicarnos en el tiempo y el espacio de mi quehacer de estudiante universitaria:  Era el final de la llamada “década perdida”, los años 80 del siglo XX y comienzo de los 90, bautizada como el gran viraje en el Plan de la Nación del 2do. Periodo de Carlos Andrés Pérez.  Simplemente, se aplicaban las recetas del hoy muy famoso Fondo Monetario Internacional (FMI), medidas neoliberales muy acordes con la ebullición del neocolonialismo del capitalismo salvaje.  Las mismas, hoy en día, son consideradas los antecedentes del CARACAZO en 1989, y la insurrección militar del Teniente Coronel Hugo Chávez en 1992.
            Eran tiempos en que creer en el socialismo, no sólo estaba pasado de moda sino que era un suicidio político; pues en 1989 había caído el Muro de Berlín y a partir de 1991 la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (URSS) se sumían en el proceso de la perestroika, junto con todos los países socialistas de la Europa Oriental eran vorazmente engullidos por el capitalismo salvaje y globalizante.  Por tanto, asumir la postura de izquierda te ponía en la esfera de los animales políticos en vía de extinción, o cuando menos suponía una forma peyorativa de insulto o apodo que no te llenaban de orgullo.  Podíamos refrendar que en boca cerrada no entran moscas y así era más fácil conseguir el anhelado trabajo, luego de obtener un título universitario.
            Sin embargo, la aparición del fenómeno Chávez reactivó el gen; muchas organizaciones, propuestas, programas, movimientos y muy especialmente muchas personas renovaron sus ilusiones por la construcción de una sociedad más justa, solidaria y humanizada.  Aunque no confesáramos el verdadero ideal, ese ideal que mantuvo muy en alto Cuba, como única luz en este concierto de mimetizados países; esa lucha bravía de la isla caribeña durante el periodo especial que significó la década de los 90 (posterior a la debacle del socialismo europeo del este) frente al brutal bloqueo de la potencia económico-militar más poderosa de finales del siglo XX.  Cuba había estado actualizando a lo largo de 40 años, ese camino que sí era posible y por allí debíamos andar: nuestra propia versión del socialismo histórico.
            Todo lo anterior, aunque parezca un desahogo personal, creo que sin temor a equivocarme forma parte del imaginario de muchos de nosotros y nosotras, claro con sus matices propios de acuerdo a la vivencia histórica, pero que en general marcó a una generación que hoy en día ha tenido la oportunidad de involucrarse, desde la acera que prefirió (derecha, centro, izquierda, indefinida) con este proyecto que nos legó Chávez.  Debo aclarar que hasta el año 2006, nunca había militado en un partido político y creo que tampoco había manifestado una clara postura de izquierda.
            Ahora, para la primera elección que en 1998 conquista Chávez, fui a votar por él por inercia.  Oía con displicencia uno que otro discurso suyo, de vez en cuando leía, en los periódicos de la derecha,  algo sobre cómo iba su gobierno; seguí participando por inercia en los sucesivos procesos electorales que convocó: propuesta de constituyente, asamblea constituyente, aprobación de la constitución, renovación de los poderes.  Hasta aquí todo iba como si yo fuera a pie y el proceso en una carreta tirada por caballos veloces, lograba ver los cascos y la polvareda que levantaban.
            Pero, llegó el paro “cívico” convocado para diciembre de 2001, que justamente coincidía con mi acto de grado en la UDO, y ya como República Bolivariana de Venezuela.  Ese 14 de diciembre, egresé como Licenciada en Sociología de la “Casa más Alta que vierte su Orinoco de luz torrencial”, como reza su himno y cuyo lema es “Del Pueblo venimos y hacia el Pueblo vamos”.  En ese momento sólo fueron frases sueltas que se oyen sin mucha atención en la coral y el discurso de la Rectora de la UDO.  Sin embargo, cuatro meses después, con toda la vivencia personal angustiosa y terrible que fueron los tres días más sobresaltados de mi vida: 11, 12 y 13 de abril de 2002.  Pude apropiarme de la noción de pueblo que encarna el liderazgo y la propuesta de Chávez:  El Pueblo al Poder, y yo que del pueblo vengo, literal y metafóricamente dicho, que acababa de recibir mi flamante título universitario.  En esa madrugada del 14 de abril de 2002, cuando vislumbré en la pantalla de mi tv la mirada, la sonrisa del hombre que regresaba rodeado de un mar de gente-pueblo a retomar el hilo de la misión que ese Pueblo le encomendó, comprendí de manera intuitiva que la historia se había rectificado de manera rápida y oportuna.   
            En ese momento, como los relámpagos que atraviesan una noche oscura en mitad de la mar embravecida, fui testigo silente del milagro que me devolvió el alma y la certeza de que nos salvamos del abismo dictatorial burgués, aupado por los capitales transnacionales y el imperialismo yanqui.  Creo, que allí en la soledad de mi casa en mi pequeña sala, comprendí la afirmación de Gramsci sobre la referencia de SER un intelectual orgánico, consecuente con los valores y principios de la clase obrera, y en nuestro caso con los sectores populares que han insurgido en la Historia con mayúscula para SER-PROTAGONIZAR-ALCANZAR  el socialismo del siglo XXI a la venezolana.
           
¡Hasta la Victoria Siempre!: ¡Venceremos!


Profa. Alida Bonilla, Punta de Mata, estado Monagas, Venezuela abril 2014

Exposición de Ensayos realizado en la Universidad Politécnica Territorial del Norte de Monagas "Ludovico Silva" Sede Punta de Mata


No hay comentarios:

Publicar un comentario